viernes, 30 de abril de 2010

LA VIGENCIA DEL MALTRECHO LEGADO DE MARX Y ENGELS


Los postulados para el análisis social de lo que conocemos como socialismo científico han contado durante todo el siglo XX de amplia difusión entre la comunidad académica. Nuestra disciplina, la historia, no fue ninguna excepción y hoy contamos en nuestro bagaje con importantes aportaciones de la historiografía marxista. Ha sido esta corriente la que nos ha transmitido los valores y métodos por Marx y Engels acuñados; de no ser por ellos muy posiblemente hoy seguiríamos enfrascados exclusivamente en el retrato de las élites, atendiendo a nimiedades tales como los amoríos o aficiones de los miembros de la realeza. Lo hemos estado haciendo los historiadores hasta hace muy poco. En las propias palabras de Engels, “los hechos económicos que hasta aquí no jugaban en la historiografía ningún papel (…) son (…) una potencia histórica decisiva; constituyen la base”[1]. Fueron Engels y Marx los que nos enseñaron que la historia es, por fuerza, protagonizada por las masas. Aunque no podemos dejar de lamentar que son muchos los autores que aun no han asimilado esto.

Pero si es cierto que en el mundo académico e intelectual, pese a que cada vez menos, son muchas las pervivencias socialistas, es innegable que éstas han sido barridas de la escena política. Marx y Engels tenían una vocación tanto científica como revolucionaria. Afirmaban que “para el comunista se trata de cambiar el mundo existente, de atacar y transformar el estado de cosas con que se ha encontrado”[2]. En este sentido, el prioritario para ellos dos, resulta evidente que su obra no ha alcanzado los objetivos propuestos. Habiendo consagrado sus vidas a la lucha contra el sistema económico capitalista, no cabe sino concluir su fracaso a la vista de que éste ostenta en la actualidad una posición casi hegemónica a nivel mundial. Es verdad que al amparo del pensamiento socialista los siglos XIX y XX han asistido a la conquista de importantes derechos y a la mejora general de las condiciones de vida de los obreros. Sin embargo no debemos dejarnos llevar a error. El capitalismo es hoy brutalmente global y no podemos considerar trabajadores solamente a quienes laboran en la reducida porción del globo que no se muere de hambre. No podemos cifrar en la elevación de los trabajadores europeos a la condición de miembros de las clases medias el fin de la lucha. La humanidad, su mayor parte, sigue padeciendo. Ni Marx ni Engels dudarían en recordárnoslo.

Además, siendo mucho el terreno ganado, nos hallamos hoy en un proceso desenfrenado y constante de erosión de las condiciones de los trabajadores y de recorte de esos derechos tan costosamente adquiridos, también en este nuestro orgulloso primer mundo. Son muchas las empresas que, bajo amenaza de represalias, prohíben de facto a sus empleados todo tipo afiliación sindical[3]. Fenómenos como la deslocalización industrial azotan muchas regiones desarrolladas con un coste social elevadísimo que en nada palia el incremento del beneficio empresarial que los impulsan. La precariedad y la temporalidad hacen estragos económicos y psicológicos entre la mano de obra[4]. En nuestro país, sin ir más lejos, raro es el día en el que una persona no se deja la vida en el tajo. Lo que se llamó el estado del bienestar se halla hoy sometido a un desmontaje que parece no tener fin. Los embates a los que le somete un vigoroso neoliberalismo no encuentran freno ni resistencia. En una entrevista reciente a un diario italiano, el presidente Rodríguez Zapatero situaba como una de las claves del crecimiento económico español a “unos sindicatos colaboradores” [5]. ¿Son acaso los trabajadores los beneficiados por este crecimiento?.

Uno de los principales logros de la acción política de Marx y Engels en vida fue la fundación de partidos obreros. Contribuyeron a alumbrar el Partido Laborista británico o el socialdemócrata alemán, y a que cristalizaran las corrientes de la izquierda rusa. Hoy muchos partidos que se dicen socialistas dirigen el gobierno de algunos de los más importantes países europeos, pero en su gestión parecen haber olvidado por completo el significado original del vocablo que les da nombre. El laborista canciller británico Tony Blair impulsa activamente una intervención imperialista en Iraq que condena, cuando no directamente elimina, a los desdichados pobladores de aquellas tierras.

Fueron los gabinetes de Felipe González los que introdujeron en España la salvaje flexibilización del mercado laboral que aun hoy padecemos. Son estos mismos “socialistas” los que están impulsando un proceso de unificación europea que consagra el liberalismo económico como intocable principio supremo y alejan a todos los europeos de cualquier proyecto común. Imponen una Europa de burócratas y mercaderes muy alejada del internacionalismo que invocaba el socialismo original.

En realidad el socialismo ha dejado de ser hoy día una fuerza política a tener en cuenta, simplemente, porque ya no es socialismo. Para muestra un botón: hace unas semanas el candidato del PSOE a la alcaldía de Madrid, un advenedizo procedente del mundo de la banca llamado Miguel Sebastián, declaraba a la prensa “compartir los valores del socialismo y del liberalismo”[6]. O no tiene idea de lo que significa ninguna de esas dos palabras, o no tiene idea de que aluden a conceptos semánticamente incompatibles. O, lo que es más probable, nos hallamos ante un cínico sin decoro. Cínico cuyo discurso se explica sólo en el contexto actual de pérdida de identidad de la izquierda.

Así pues parece que la utopía revolucionaria de Engels y Marx está lejos, muy lejos, de consumarse, al menos en la vieja Europa, por lo que deberíamos concluir que erraron en su diagnóstico y en su previsión. Ambos presagiaban que la ineluctable instauración de la sociedad comunista llegaría motivada por el pleno desarrollo capitalista y las disfunciones que éste contiene en germen. Esto, es obvio, no se ha producido. Pero quienes se empeñan en enterrar esta interpretación de la historia ignoran que sus autores fueron siempre muy prudentes con respecto a fijar plazos. Engels murió en 1895, hace poco más de cien años, ¿es eso mucho tiempo en historia?. El propio Engels tenía bien claro que el mundo que le tocó vivir era el que alumbraba el capitalismo, nunca dijo que fuera su época la que lo sepultaría.

Son muchos los elementos del pensamiento de Karl Marx y de Friedrich Engels que pueden resultarnos útiles para comprender el mundo actual. Sí es razonable afirmar que fallaron en la previsión que hicieron del porvenir de las sociedades, es innegable que identificaron allá por el siglo XIX factores que, por mucho que se quieran dar por superados, siguen ahí, aunque hayan alterado su apariencia. Posiblemente cuando hablaran allá por 1845 del “ejército de reserva del capitalismo” no estuvieran pensando en los millones de negros africanos que agonizan en confines olvidados del planeta, ¿pero no actúan estos como tal ejército cuando en sus rudimentarias embarcaciones arriban a nuestras costas?, ¿no lo están haciendo cuando el empresariado los explota en condiciones de precariedad, pagándoles sueldos de miseria y solicitando al gobierno una ampliación o reducción del cupo de trabajadores extranjeros en función de las necesidades coyunturales del capital?.

El socialismo científico determinaba que la historia viene dada básicamente por las relaciones productivas que se establecían en el seno de una sociedad. ¿No hay que ser muy miope o muy malintencionado para no reconocer que la voracidad energética de los estados actuales, y los sangrientos conflictos bélicos que genera, son consecuencia de la estructura productiva con la que funciona hoy la sociedad mundial? No. Ah, no!. Es, se nos dice, porque la democracia debe librar la batalla contra los déspotas pérsicos y tropicales que privan a la humanidad de los gloriosos efectos de la libertad duradera capitalista. Curiosamente son pocos los hijos de enriquecidos capitalistas los que perecen en ese cruento rapiñar de los recursos naturales. La mayoría de los caídos de uno y otro bando los pone la clase trabajadora.

¿No viene al caso un llamamiento como el que lanzó la Internacional con motivo de la guerra franco prusiana de 1870?, ¿está pasado de moda reclamar que los obreros de distintas naciones no sieguen sus jóvenes vidas en guerras imperialistas?[7] ¿No es cierto tampoco que la denuncia que el joven Engels hizo de la oprobiosa explotación de la mano de obra infantil en su Renania natal resulta perfectamente extrapolable a muchos rincones deprimidos de nuestro mundo?. ¿Dónde y quién fabrica las prendas que venden gigantescas multinacionales?. Son niños, sí: exactamente igual que hace ciento cincuenta años.

Es muy poderosa la máquina mediática y cultural que se empeña en enterrar bajo una pesada losa de olvido e ignorancia las que fueron aportaciones del socialismo científico. Lo lamentable es que también se le dé pábulo en los círculos académicos, siempre atentos a la subvencionada comodidad institucional y muy poco comprometidos con el conocimiento de quienes han sido personajes fundamentales aunque hoy estén tácitamente condenados al rango de proscritos. El edificante ejemplo de Karl y Friedrich, Friedrich y Karl, es muy recomendable para todos los miembros de estos círculos, conjugando como lo hicieron una obra de erudición tan brillante como divulgativa y un compromiso político a prueba de la represión y el exilio. Una vida entera de lucha juntos nos legó algunas de las más magnas obras de la historia del pensamiento. Porque como nos recordó Marx, hace no tanto tiempo, “los filósofos no han hecho sino interpretar el mundo de diferentes maneras; lo que importa es transformarlo”[8].


BIBLIOGRAFIA:


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-Jean BRUHAT. MARX/ENGELS. BIOGRAFÍA CRÍTICA. Barcelona. Ediciones Martínez Roca. 1975.

-Jean-Yves CALVES. EL PENSAMIENTO DE CARLOS MARX. Madrid. Taurus. 1956.

-Fernando CLAUDÍN. MARX, ENGELS Y LA REVOLUCIÓN DE 1848. Madrid. Siglo Veintiuno. 1975.

-Augusto CORNU. CARLOS MARX, FEDERICO ENGELS. 4 vols. La Habana. Editorial de Ciencias Sociales. 1975.

-Peter DEMETZ: MARX, ENGELS Y LOS POETAS. Barcelona. Fontanella. 1968.

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-George LICHTHEIM. EL MARXISMO. UN ESTUDIO HISTÓRICO Y CRÍTICO. Barcelona. Anagrama. 1971

-Karl MARX: EL CAPITAL. Buenos Aires. Claridad. 1961

ESCRITOS DE JUVENTUD. Méjico. Fondo de Cultura Económica. 1982

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-Benjamín NAHUM. EL PENSAMIENTO POLÍTICO Y SOCIAL EN EL SIGLO XIX. Madrid. Cincel. 1980.

-Stanley W. MOORE. CRÍTICA DE LA DEMOCRACIA CAPITALISTA. UNA INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA DEL ESTADO EN MARX, ENGELS Y LENIN. Méjico. Siglo Veintiuno.1974.

-Giuseppe PRESTIPINO: EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO DE ENGELS. Méjico. Siglo Veintiuno. 1977.

-D. RIAZANOV. MARX-ENGELS. Madrid. Alberto Corazón. 1975.

-Manuel SACRISTÁN. SOBRE MARX Y MARXISMO. Barcelona. Icaria. 1983.


[1] Citado en Jean BRUHAT. MARX/ENGELS BIOGRAFÍA CRÍTICA. Barcelona. Ediciones Martínez Roca. 1975. P. 66

[2] Ib. Id. P.91.

[3] Por poner sólo un ejemplo, la aerolínea Ryanair, se niega a reconocer los sindicatos. CINCO DÍAS. 16-11-06.

[4] Richard SENNET. LA CORROSIÓN DEL CARÁCTER. LAS CONSECUENCIAS PERSONALES DEL TRABAJO EN EL NUEVO CAPITALISMO. Barcelona. Anagrama. 2005.

[5] Corriere della Sera 15-10-06.

[6] 20 minutos. 11-12-06.

[7] Jean BRUHAT. Op. Cit. 1988.

[8] Citado en Jean BRUHAT. Op. Cit. P.91

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